viernes, 14 de septiembre de 2012

Día 7. Toledo - San Martín de Valdeiglesias: Y de las llanuras surgieron montañas, las montañas se convirtieron en desiertos y los desiertos nos parecieron el infierno

Distancia: 92 km
Desnivel acumulado: 1000m
Velocidad media en movimiento: 14 km/h
Porcentaje asfalto (a ojo): 50%

Hoy hemos vivido una profunda metamorfosis del camino. Después de que el segundo día subiéramos a la meseta todas las etapas fueron muy similares: interminables pistas agrarias de gravilla prensada rectas y totalmente llanas que sólo se interrumpían para pasar por pueblos desérticos durante las horas de sol.

Hoy tras salir de Toledo parecía que la etapa volvía a ser la típica castellana sin demasiado aliciente fuera de los propios pueblos. Como única novedad y desgraciadamente nada buena fue que muchos tramos las pistas eran de arena suelta lo que hacia un suplicio avanzar cada metro o incluso peligroso en caso de entrar a velocidad en una zona de arena.

Así transcurrieron los primeros 70 km pero al llevar todo planificado sabíamos que el final no seria igual. El perfil de la etapa era claro: casi toda la subida seria al final coincidiendo con nuestro cansancio y con las horas de más calor. De echo durante toda la mañana las montañas se veían en lontananza cada vez más cerca. Por ello repostamos agua y cogimos bocadillos en Escalona, a unos 26 km del final. A pesar de ser un sitio pequeño tenía buena pinta para quedarse.

Salimos de Escalona y el trazado ya comenzó a cambiar. Las anchas y llanas pistas se volvieron más estrechas y no tan llanas. Ya no eran transitables por automóviles y eso las hacia más entretenidas para nosotros aunque evidentemente también más duras.

Así llévanos a Almorox, la última localidad abres de nuestro destino. Aquí fue cuando realmente las montañas emergieron y comenzamos a subir de forma clara y constante. El track que llevamos nos marcaba subida por carretera aunque por el pinar lateral parecía subir un sendero. Ante la falta de flechas decidimos seguir fielmente el track aunque fuera por asfalto.

Después de unos cinco o seis km de subida constante por carretera finalmente el track se adentró en el pinar. La subida se acentuó y por momentos la dificultad técnica representaba un reto interesante. A pesar del esfuerzo fue la parte más bonita que hemos hecho desde Valencia. Nuestras piernas respondían bien para llevar más de seis horas de pedaleo y nuestras mentes estaban a tope al volver a reencontrarse con el casi olvidado monte.

Finalmente llegamos a una carretera asaltada donde había un letrero diciendo que faltaban 8 km para San Martín. Creímos que estaba todo echo y que sólo faltaba bajar. Nada más lejos de la realidad. Aquí mi consejo es que desde este punto se intenté bajar a San Martín por carretera para evitar el resto del camino que resultó una lamentable penitencia.

Y fue un infierno no por el desnivel (que no era poco), ni por el calor (que apretaba pero no ahogaba) sino por algo menos obvio: el terreno. Por arte de magia el pinar en el que nos encontrábamos se transformó en ese pinar gallego al lado de la playa donde los árboles están literalmente en la arena. Y ese era el problema, era cómo intentar pedalear por un desierto de arena donde las ruedas se enterraban medio palmo. Resultado: una hora empujando una bici que pesa 25 kg para hacer unos escasos 4 km.

Tras llegar a San Martín fuimos a la policía para ver si nos daban alojamiento. Fueron muy amables y mandaron a alguien para que nos abriera el pabellón de deportes. Dormimos en unas colchonetas en un gimnasio. Cómodo y barato (gratis), qué más se puede pedir?

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